La sala de cuidados
progresivos del hospital pediátrico matancero Eliseo “Noel” Caamaño se describe
como uno de esos lugares difíciles de olvidar. Lleno de profesionalidad,
consagración y amor constituye un espacio capaz de desalmar la mayor de las
tristezas y ofrecerle un lugar a la esperanza.
Inaugurado hace
apenas 5 meses, la sala dispone de catorce camas, cuatro de ellas ocupadas por
pacientes crónicos que por sus patologías dependen de equipos de ventilación o
de atenciones especiales.
El índice
ocupacional se mantiene por encima del ochenta por ciento. El gasto diario de
cada niño oscila entre los 500 y 700 pesos en moneda nacional, un precio que
solventa el sistema de salud cubano para garantizar el bienestar de los más
pequeños.
Dagmarys de la Caridad Otaño, es
una de las pacientes que cumplió su primer añito en el centro. Según la mamá, Yodalkys Matos Rodríguez, “con
ella nunca se contó… la niña tiene una cardiopatía y un síndrome de regresión
caudal, y gracias al personal médico y los cuidados recibidos en este hospital
mi hija está viva, y eso no tengo cómo pagarlo”.
Por otro lado, la
pediatra Lisette Font reconoció a su trabajo como “una profesión hermosa donde
cada día tenemos la posibilidad de salvar vidas, de ayudar a estos pequeños. La
sala siempre está llena y nosotros como colectivo siempre buscamos una manera
de ambientar, alegrar el local para hacerlos sentir como en casa”.
La
creación de esta sala constituye un sueño hecho realidad, y una de sus ventajas
es que se localiza en el mismo piso que el salón de operaciones de terapia
intensiva.
En
agosto del 2012 el centro fue reconocido por la calidad de la atención a los
pacientes, una manera de agradecer a este colectivo por el empeño y labor que
realizan.
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