Una gran odisea es el inicio del día, sobre todo de
los lunes, para el trabajador o estudiante matancero que carece de un medio de
transporte. Desde temprano las paradas se repletan de personas en espera de un
ómnibus, y cuando, al fin, este aparece, se aplica la primera ley de
sobrevivencia en la selva, la del más fuerte.
Los comentarios sobre la falta de educación y
conciencia nunca faltan, a lo que se suma la típica frase, verídica por demás,
de que los que ya montaron nunca recuerdan a los de abajo. Pero lo más triste
es observar cómo las caras se giran para no ver a las embarazadas, ancianos,
mujeres y niños pequeños, que deben reclamar su lugar, porque la caballerosidad
es un principio que generalmente se pierde al subir a los ómnibus.
Si bien los cuentapropistas han devenido alternativa
salvadora, un trabajador que recibe un salario promedio de 450 pesos no siempre puede apelar a esta alternativa.
En el caso del transporte intermunicipal la
problemática se agrava, pues la
Terminal, carente de las condiciones necesarias para la
espera, tampoco ofrece muchas opciones para el traslado a los diferentes
territorios.
La solidaridad de choferes con vehículos estatales
podría contribuir a aliviar la situación, pero muchos de ellos ignoran a los
inspectores populares o amarillos, y hacen caso omiso a las actuales
necesidades del país y del cubano de a pie.
Si bien el parque de ómnibus de Matanzas es
insuficiente ante la alta demanda existente, sería prudente evitar sumar a esta
situación la falta de conciencia y de educación formal de algunos ciudadanos y conductores.
De esta manera, el pertinente aprovechamiento y cuidado de los recursos
facilitaría más posibilidades para quienes circulan con la incertidumbre de
cuándo y cómo llegarán a su destino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario