Merecedora de la condición de excelencia que
otorga el Grupo nacional de la Agricultura Urbana y Suburbana, la finca integral
de Héctor Correa constituye un espacio donde confluyen arte y naturaleza.
La belleza del arte puede mezclarse con la naturaleza, para descubrir la fragilidad de un instante y
mostrar la sencillez de la vida. Ese fue el objetivo de Héctor Correa, al
iniciar, hace 25 años, la construcción de un sueño que, hoy, merece la condición
de excelencia, otorgada en su reciente visita por el Grupo nacional de la Agricultura Urbana
y Suburbana.
Ubicada en el municipio matancero de Jovellanos, esta finca evidencia
cómo la perseverancia y el trabajo del hombre bastan para sembrar su bienestar.
En 9 hectáreas
se incluyen más de 300 variedades de plantas maderables, frutales, medicinales
y ornamentales, muchas de ellas exóticas, así como ejemplares de la raza vacuna
británica Jersey, famosa por su docilidad y rendimiento en la producción de leche.
Lo único que le faltaba a Correa forjar con la tierra era arte;
entonces pensó en la cerámica, y sin tener conocimientos previos se lanzó hacia
una nueva aventura, hasta dominar la misma técnica que emplearon los aborígenes
para almacenar el excedente de sus cosechas.
Anfitrión, desde el 2008, del evento bianual Arte de fuego, la casa de
Héctor permanece como una galería de las obras de mayor formato que se exponen
durante los 8 días que dura la jornada.
Aún le restan sueños por cumplir, como culminar el museo del campo y
recolectar el fruto de su nuevo proyecto, la plantación de una gran cantidad de
café Nuevo Mundo, aspiración también de este Quijote campesino.
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