lunes, 26 de noviembre de 2012

El amigo ausente



La amistad es como el amor, hasta que no encuentres a alguien que te enseñe su verdadero valor; lo confundes con otro tipo de relación, donde, generalmente, prima el interés y la conveniencia.

Lo sé, porque demoré en encontrar el verdadero sentido de tener un amigo, y sobre todo, porque aún persigo al amor verdadero. Dice una de mis amigas que para encontrarlo hay que besar muchos “sapos”, pero que lo digan las mujeres que se cansan de conocer todo tipo de anfibio y, al final, nada, que a veces, te tienes que conformar con uno (jejeje, no quiero llegar a ser pesimista).
Pero, bueno, hoy quiero escribir sobre los amigos, esos seres únicos que conoces durante un período de tu vida y te marcan para siempre; y aunque dejes de verlos, siempre los llevas contigo como una parte inseparable. Quiero dedicar unas letras al amigo ausente, ese con quien desearías compartir tus momentos más felices, y le echas de menos en los más tristes espacios de tiempo que debes vivir. Ese amigo que quizás no veas nunca más, pero que tus hijos lo conocerán cuando le cuentes miles de historias de tu juventud, de la etapa en que estudiaste en la universidad, esos recuerdos que guardas de cuando eran muy escasas tus responsabilidades, y te sentías libre, y perder el tiempo era casi un hobby.
Amigos insustituibles, y no porque otras personas no tengan la misma capacidad para ejercer la amistad, si no porque son diferentes los amigos de la escuela a los amigos del trabajo, a los amigos de practicar deporte, a los amigos de salir por las noches…
En la medida que pasa el tiempo cambiamos nuestros intereses, la forma de pensar y actuar; y el tipo de amistad que sostenemos con otras personas también se transforma. 
El tiempo nos hace ser más reservados, más serios, menos confidentes, más desconfiados, para decirlo de algún modo.
Digo, amigo ausente, porque refiero a personas que ya no residen cerca de mí, que se fueron y no sé si las volveré a ver. Aunque nos escribimos constantemente, yo sé que no es igual porque cuando  me necesiten yo no estaré, y viceversa; y por ley de la vida habrá alguien que ocupe mi papel.
Recuerdo… las tardes que pasamos en pleno ocio, sentadas en la Casa de la FEU (Federación Estudiantil Universitaria) tomando un café, mirando la calle y riéndonos de cualquier bobería. Recuerdo…los días de confesiones, donde el peor problema del mundo quedaba minimizado con solo saber que tenía su apoyo, y eso era suficiente. Recuerdo estar sentada en el malecón planificando el futuro, dibujando sueños al azar, y todo parecía ser perfecto. Recuerdo cuando me dijo que se iba y no lo podía creer, recuerdo aún mis lágrimas, el pecho estrujado, el abrazo fuerte.
Por mucho tiempo me sentí como extraña, fuera de lugar, ya no podía llamar cada 5 minutos, ya no tenía a quien contarle algunos secretos. Tuve que aprender a ser mi propia amiga, tuve que aprender a escribir y a enterrar mis secretos con Shift +Supr.

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1 comentario:

Unknown dijo...

muy buen trabajo como se nota la añoranza por la universidad y las amistades que dejamos detras es una verdadera pena que por cuestiones de la vida cada quien tome su camino pero bueno quedan las historias y los recuerdos que no dejaran morir las grandes amistades

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