Llegó mayo, y con él la lluvia, los desfiles y las celebraciones. El mes que anuncia una pausa para sentarnos a la mesa, compartir en familia y regalar postales repletas de amor y palabras sinceras.
Treinta y un días de encontrar la manera de sorprender, de decir con la mirada lo importante que eres, de agradecer tu compañía, de sentir tu ausencia…
La ocasión donde ser mujer significa mucho y lo representa todo. El instante donde descubres su magia y caes rendido a sus pies.
El momento donde las calles se contagian de alegría, locura y de gente en busca de regalos.
Tiempo para disfrutar de ellas, sentir su calor, su infinita bondad, su espíritu de sacrificio y su luz, en las noches más oscuras.
Tiempo para disfrutar de ellas, sentir su calor, su infinita bondad, su espíritu de sacrificio y su luz, en las noches más oscuras.
La hora de las confesiones, de tomar el corazón en la mano y ofrecerlo con la seguridad de no poder saldar deudas.
Te quiero, te necesito… palabras que se repiten y solo adquieren sentido cuando ellas las escuchan.
Nada de sangre ni formalismos, solo pureza… sentimientos reales. La mirada fija en un punto en busca de respuestas, ¿cómo se puede vivir sin su olor, su encanto, sus consejos y dulces regaños?
El mes de las madres, las abuelas, las suegras, las hermanas, las tías, las flores y los besos…
Llegó mayo, y yo madre te miro, te abrazo y te digo TE AMO.
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