Resulta frecuente hablar de la necesidad del cambio de mentalidad, un requisito imprescindible para avanzar en el proceso de actualización de nuestro modelo económico cubano.
Raúl Castro, presidente de los Consejos de Estado y de Ministros expresó en el Informe Central al VI Congreso del Partido Comunista de Cuba que: “se hace imprescindible cambiar la mentalidad, dejar de lado el formalismo y la fanfarria en las ideas y las acciones, o lo que es lo mismo, desterrar el inmovilismo fundamentado en dogmas y consignas vacías para llegar a las esencias más profundas de las cosas”.
Como joven y cubana entiendo perfectamente el mensaje de las palabras de Raúl, aunque considero que éstas aún no han sido interiorizadas completamente por muchos de los cuadros y dirigentes de nuestro país.
Se repite en las reuniones lo que hay que hacer como si fuese un eslogan, pero, a la hora de la verdad, el pensamiento sigue igual de rígido y las acciones así lo manifiestan. Esta situación es lamentable y debe ser desterrada. Nuestras organizaciones, empresas, entidades e instituciones necesitan ser representadas por personas que tengan bien claro qué es lo que necesita nuestra Revolución y actúen consecuentemente.
Las nuevas generaciones son cada vez más diferentes y a veces se sienten incomprendidas, les hacen creer que se equivocan por pensar de otra manera y por vestir de un modo menos convencional. Pocos son los que se detienen a escucharlos, tratar de entenderlos, explicarles y enseñarles que no siempre se equivocan, que todos nos equivocamos, y que lo importante es corregir a tiempo esos errores.
Hoy se consume mucha pacotilla por los cables, se ven muchas series televisivas, poco educativas y muy consumistas, se reciben muchos mensajes cuya finalidad es desacreditar a nuestro sistema social, y si realmente no existe una formación político-ideológica adecuada resulta comprensible entender que las personas se dejen seducir, a veces, por esa propaganda, visiblemente imperialista.
El pueblo cubano es un pueblo verdaderamente heroico, porque pese a todas las dificultades enfrentadas en más de medio siglo se ha mantenido firme al lado de Fidel y Raúl, pero también es importante destacar que se trata de un pueblo muy instruido, un pueblo al que no resulta fácil engañar y que exige líderes realmente capaces de dirigir de acuerdo a las necesidades actuales de nuestro país.
La implementación de los lineamientos de la política económica y social de la Revolución solo será posible si se trabaja en una sola línea, si existe sinergia de pensamiento y acción, si cada uno de los más de 11 millones de cubanos ponemos nuestro grano de arena en la construcción de un sistema, que si bien sabemos no es perfecto, cada día puede ser mejor si se conduce bien.
El cambio de mentalidad implica un entendimiento real del problema, y el problema es que las viejas fórmulas no funcionan, y lo que no funciona se cambia. El siglo XXI no está hecho a la medida del pasado, es un período de desafíos y retos, una etapa donde las experiencias se acumulan para reconstruir el presente del mejor modo posible.
Ernesto Che Guevara, nuestro guerrillero heroico, también refirió la necesidad de luchar en contra de los dogmas y formalismos. Para él juventud significa vanguardia, ese hombre nuevo capaz de transformar su realidad en beneficio de todos y para el bien de todos.
El Che tenía plena confianza en nosotros, los jóvenes, y decía que nos debía caracterizar una gran sensibilidad ante los problemas, una gran sensibilidad frente a la injusticia, un “(…) espíritu inconforme cada vez que surge algo que está mal, lo haya dicho quien lo haya dicho. Plantearse todo lo que no se entienda; discutir y pedir aclaración de lo que no está claro: declararle la guerra al formalismo, a todos los tipos de formalismo (...).
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