La violencia que se ejerce contra la mujer por razones de género constituye en la actualidad un dilema social que se fundamenta en patrones socio-culturales y patriarcales que, lamentablemente, se reproducen a diario en nuestra sociedad.
Desde la música, los audiovisuales, el lenguaje, muchos son los canales que ejercen violencia simbólica hacia las mujeres e insisten en discriminarlas o estereotiparlas, basándose en las desiguales relaciones históricas de poder entre ellas y los hombres.
A pesar de que en Cuba el tema se ha mantenido a la sombra, hoy muchas son las instituciones y personas que reconocen que su denuncia no puede quedarse en el espacio de los entendidos o limitarse al ámbito de la Jornada por la No violencia (25 de noviembre al 10 de diciembre).
Si bien en el territorio no existen estadísticas de cómo se comporta este tipo de violencia, sí sabemos que no resulta un problema ajeno, y los ejemplos en muchas de nuestras comunidades así lo evidencian.
En nuestro país no existen leyes específicas para la violencia contra las mujeres, una necesidad sentida desde los espacios de la investigación, el periodismo, la jurisprudencia y la atención a las víctimas.
Este es un tema pendiente y complejo, que mientras se resuelve exige tanto de un mayor uso de las herramientas legales disponibles para sancionar a los agresores como de la capacitación constante de quienes se vinculan, dígase juristas, policías y profesionales de la salud, entre otros.
El objetivo 55 de la Primera Conferencia Nacional del Partido Comunista de Cuba convoca a: “Reforzar la preparación de la familia, como célula fundamental de la sociedad, para cultivar actitudes dignas, patrióticas y solidarias. Reforzar su responsabilidad primordial con la atención filial, la educación y formación de los hijos. Elevar el rechazo a la violencia de género e intrafamiliar y la que se manifiesta en las comunidades.”
Resulta necesario una mayor sensibilización en relación con el tema y comprender que a pesar de que persisten mitos como “entre marido y mujer nadie se debe meter” o “lo que sucede en el hogar es privado”, las víctimas de violencia son frecuentemente silenciadas o silenciosas, no se atreven a denunciar a sus propios maridos, se encuentran atrapadas en un ciclo que incluye un período de reconciliación y perdón, en el que, difícilmente, pueden salir sin ayuda.
Además, hay quienes consideran que las manifestaciones de violencia más dolorosas son las físicas y sexuales e ignoran que los daños psicológicos y emocionales suelen dejar huellas más profundas e imborrables que cualquier golpe. Se trata, entonces, de un problema social donde el silencio nos hace cómplices.
La Constitución de nuestra República consagra el principio de igualdad de todos los ciudadanos y proscribe la discriminación por motivos de sexo. Declara que "la mujer y el hombre gozan de iguales derechos en lo económico, político, cultural, social y familiar".
En más de 50 años de Revolución muchas son las conquistas alcanzadas por la mujer cubana, quien cuenta con todas las posibilidades para lograr su máximo desarrollo y ocupar un lugar en una sociedad en la que no depende del hombre, sino de su inteligencia y desempeño.
En cada uno de nosotros debe afianzarse el empeño de impedir la violencia en cualquiera de sus manifestaciones, para así dar fin a esa cadena que se propaga porque los más pequeños observan, e imitan.
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