Teresa Lozano y Heriberto
Toledo tenían once años cuando iniciaron su amor, en un tiempo en el que las
miradas lo decían todo.
Vivían en la misma cuadra, en
la barriada matancera de Bachichi, tan solo a unas puertas, pero las costumbres
de entonces los hizo esperar hasta los 17 años para formalizar su noviazgo.
Conocieron del rigor de amar en
otra época, de cuando los padres de Tere únicamente otorgaron a Heri el
domingo, de siete a ocho de la noche, para visitarse.
Ahora, Heriberto Toledo, a la
distancia de 72 años de amor ininterrumpido, comenta que le parece que fue ayer
cuando dijo a sus amigos que soportaría cada exigencia, porque la amaba.
Después hubo más confianza y se
le cedió el miércoles, también el viernes, y al final “me cogí todos los días
durante tres años y medio”.
El 27 de enero de 1941, la
pareja yumurina llegó al matrimonio, luego vendrían los hijos, dos, y ahora la
familia suma cuatro nietos y seis bisnietos.
A la edad de noventa y tres
años, estos matanceros dicen que sí existe el amor verdadero, y su receta ha
sido simple: el respecto mutuo.
“Cómo no va a existir, para
nosotros sí existe”, responde Teresa, y muy cerca de ella, sosteniendo su mano,
Heriberto interrumpe: “cada vez nos queremos más, ya estamos al final de la
tarea que comenzamos ¿no?”, dice y sonríe leve con su mirada clara de los
muchos años, “además tenemos a la familia completa a nuestra disposición, todos
nos quieren mucho”.
“Todavía nos bañamos juntos”,
aclara ella, ya no como la anciana de nueve décadas, sino como la joven de
antaño. “También dormimos juntos, él cuida mucho de mí y yo de él, claro el
amor de hoy es distinto, pero bueno la vida continúa y va cambiando”.
Pasan sus días en compañía,
unas veces frente a la televisión y las más teniéndose uno al otro, porque
insisten que el amor es posible hasta el final.
“Él recuerda cada fecha: mi
cumpleaños, el día de los enamorados, siempre hay detalles. Todavía… todavía
existe eso”, acentúa Tere, y a lo lejos el familión apunta momentos inolvidables
y recuerdos de ocasión.
“Porque el amor hay que
cuidarlo”, apunta Heri. “He tenido una vida feliz junto a Teresa. Nunca hemos
tenido una palabra de diferencia, tampoco contestas. Creo que ése es nuestro
legado a los de atrás”.
Residen en la misma cuadra
donde nacieron, en la que aún visitan a amigos y familiares, para que otros no
pierdan la fe en el amor, ya sea hoy más rápido, más dinámico y moderno.
Lo importante es amar desde las
diversas formas posibles, como también lo hace la familia Toledo Lozano, al
vivir pendiente para que sus abuelos continúen “amándose”.
A la edad de 93 años, estos matanceros reafirman su amor de 72 años. |
Residen en el barrio matancero de Bachichi donde nacieron y consagraron su amor. |
1 comentario:
Me gustó mucho tu trabajo. Historias de amor como esta no se encuentran todos los días.
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