Premiado en diversas
convocatorias del verso improvisado, Leandro Camargo ejemplifica un binomio que
rara vez encontramos dentro del repentismo cubano
A Leandro Camargo lo conocía
antes de topármelo por primera vez en la Casa Naborí, centro promotor de la cultura
campesina ubicado en el municipio matancero de Limonar. Sí, de miradas nos
conocíamos, pues coincidíamos al tomar el ascensor en la residencia estudiantil
de F y 3era, de la Universidad de La
Habana, y puede que alguna que otra vez intercambiáramos
meras palabras.
Desde entonces lo imaginé en la
Facultad de Artes y Letras, y nunca supe más, hasta mi entrada a la Casa Naborí, hervidero
del verso improvisado. Allí todo puede suceder en materia poética si le
adicionas el nivel de los invitados y el alud de su público, amplio conocedor
de la sonoridad guajira, esa que olvidada o marginada tiene residencia
permanente en el lugar.
Aún sin creerlo me acerqué a
Camargo, quien, para sorpresa, era una de las figuras centrales de la canturía.
Conocí, además, que es oriundo de Los Palacios, en Pinar del Río, tiene apenas 25
años, y ya ha ascendido escalones dentro del repentismo cubano actual.
Ya culminada la licenciatura en
la especialidad de Filología, confiesa su afición por la música tradicional
campesina desde muy joven, inicialmente a partir de su incursión en la
escritura, siendo aún pequeño, y después, ayudado por los improvisadores de su
pueblo.
Sin embargo, ¿favorece la
formación académica a la hora de crear?
“La cultura se construye de
diversos modos. Hay quien lo hace de manera empírica. La academia también
facilita el camino, siempre que se tenga la inteligencia para no dejarse
recortar la originalidad con esquemas, y el deseo de encontrar lo propio. Creo
que sí, lógicamente, ayuda.”
Entonces, ¿guarda ello relación
con tus éxitos con las convocatorias del verso improvisado?
“Hay quienes se dejan guiar por
lo exterior, digamos, impresionarse por la existencia de un título. En mi caso,
deseo que repercuta, no precisamente mi formación, sino el modo de hacer y la
propia poesía. Eso es lo más importante.”
¿De qué urge la música
tradicional campesina para lograr el despegue del público tradicional hacia
otros más diversos y contemporáneos?
“Aún queda por hacer. Lo primero es lograr una mayor cohesión entre las estructuras comprometidas en la promoción de lo que es hoy el ámbito de la improvisación. A ello se adiciona lo que nosotros mismos podemos dar a la poesía desde adentro, para renovarla y adaptarla a los nuevos tiempos.”
“Aún queda por hacer. Lo primero es lograr una mayor cohesión entre las estructuras comprometidas en la promoción de lo que es hoy el ámbito de la improvisación. A ello se adiciona lo que nosotros mismos podemos dar a la poesía desde adentro, para renovarla y adaptarla a los nuevos tiempos.”
Cultivas tanto la décima
escrita como oral, junto a otras variantes estróficas. ¿Cómo caracterizas lo ya
hecho, tu poesía?
“Definir
poesía siempre resulta difícil. Por ejemplo, a José Lezama Lima le preguntaron
una vez, a lo cual contestó: `¿poesía? Es un caracol nocturno dentro de un
rectángulo de agua.´ Seguidamente le preguntaron qué era eso…
“En cuanto a una valoración
sobre mis versos, hay que acotar que ellos forman parte de un proceso de
identidad, el cual no ha concluido, continúa renovándose y redefiniéndose. Me
parece que la mejor respuesta que puedo dar es esa esquiva de Lezama, porque si
doy una definitiva significa que el río que nace en mí se paró, y lo mejor es
que siga.”
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