martes, 9 de julio de 2013

Dame otro Tequila



Los primeros caballos que llegaron a Cuba datan del siglo XVI, desde ese entonces y hasta la fecha, el equino se ha enraizado a la idiosincrasia del cubano. La finca matancera Campanería exhibe hoy algunos de los ejemplares más reconocidos en el país por su belleza, velocidad y resistencia.
El primero que me habló del lugar fue un amigo. Me dijo: no te vas a arrepentir, allí te encontrarás con los mejores caballos de toda la provincia de Matanzas y conocerás a Tequila.
Hasta ese entonces nunca había escuchado ese nombre, pero confieso que las palabras de mi colega me regalaron algo más que el inquieto bichito de la curiosidad.
Mi primera visita fue un chasco; el dueño de la finca, Manolo Robaina estaba ausente y solo alcancé a apuntar en mi libreta el nombre de aquel sitio: Finca Campanería de la Cooperativa de Créditos y Servicios 17 de mayo.
Al mes realicé mi segundo intento, también fallido, y ya casi me daba por vencida cuando se produjo el encuentro.
Si me pidieran describir a Robaina diría que es el típico campesino consagrado al trabajo, un hombre sencillo y elocuente con un concepto de la familia digno de imitar.
Me contó que desde pequeño practica la ganadería, que su pasión son los caballos y que su deporte preferido era el rodeo. Le pregunté, intencionalmente, si alguno de aquellos equinos era su preferido y respondió que el bayo. “Ese es el que yo monto pero Tequila es el número uno en Cuba, te aseguro que de los caballos padres él tiene más hijos que ningún otro en todo el país”, aseveró.
Del famoso Tequila puedo decir que me impresionó su fortaleza y su masa muscular, admiré por un rato esas canas que anuncian más de 26 años de vida y quedé encantada con esa mirada épica que guardan sus ojos.
Indagué sobre su legendaria existencia y me comentó que se había retirado invicto de las carreras, luego de permanecer en ellas cerca de diez años.
“Aquí llegan personas de todas las provincias, cooperativistas, representantes de empresas y campesinos independientes, todos buscan a Tequila con el interés de conseguir sus poderosos genes”, manifestó Robaina.
En cuanto a la descendencia de T. conocí que vive con dos hermosas potrancas: La Estrella y La Rubia, dos dignas representantes de la raza quarter horse o cuarto de milla, a las cuales no pude conocer porque se encontraban en competencia en la Feria del caballo en la provincia de Ciego de Ávila.
Me parecieron curiosos los nombres de los treinta y un equinos que conviven junto a otro centenar de vacas en la finca. Fortuna, Paulina, Lupita y los sementales Largo Habanero, el Árabe, Siboney y Bucanero eran apodos dictados por dos pequeñas, las nietas de Manolito.
“Ellas aman tanto como yo los caballos y se ocupan de ponerle a cada uno su nombre”, apuntó orgulloso Robaina.
En los inicios este campesino solo era dueño de una hectárea de tierra, pero gracias al decreto ley 259 pudo ampliarse hasta llegar a seis caballerías. Ahora, también goza del beneficio del decreto ley 300, y espera incrementar la extensión de su finca.
Si bien otrora el principal objeto del lugar era la ceba de toros, en la actualidad, lo constituye la producción de leche en respuesta a las demandas de la población.
“Tengo 15 vacas en ordeño y cada una aporta 6 litros de leche al día”, declaró Robaina.
Un hecho significativo resulta la práctica, desde el 2011, de la inseminación artificial. Amaury Robaul, especialista en reproducción animal comentó que hasta la fecha se han realizado más de 120 inseminaciones. “Existen muchas ventajas, en primer lugar racionaliza el uso del animal, reduce el riesgo de contraer enfermedades venéreas, permite la mejora genética y posibilita inseminar a un grupo de yeguas que residan lejos del semental”.
La alimentación y salud de los animales ocupa un importante lugar en su cuidado, por ello existen ocho hectáreas dedicadas a la siembra de forraje y se mantiene a los sementales una dieta diferenciada que incluye huevo, zanahoria, leche y miel de abeja. Además, reciben con periodicidad las vacunas y el tratamiento contra los parásitos, según sea conveniente.
La hora un poco atentaba contra mis explícitos deseos de permanecer por más tiempo en ese lugar, y luego de tres horas debí retirarme con ese sabor de triunfo y capricho concedido unido a la atrevida idea de que, en la próxima visita, no podía dejar de montarme en uno de esos bellos ejemplares.






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